¿Cuánto y cómo ha cambiado la educación? En opinión de muchos dirían que la educación se ha transformado de distintas maneras, y es aquí donde realizaré un breve relato de lo que ha sucedido, para invitar a la reflexión y posiblemente también ayudar a tener una visión un poco más creativa e “integrada”, al finalizar la lectura del presente artículo.


A lo largo de los años, se han visto cambios en torno al nivel de participación por parte de Padres de Familia en el sector escolar.
Remontándonos a la educación en la Edad Media las instituciones educativas estaban bajo el control de los monasterios y la educación era un privilegio para las clases superiores; a través de internados era como los estudiantes recibían “el conocimiento”, los padres de éstos delegaban la mayor parte de la educación a los profesores.

En la Edad Moderna, sólo algunas personas vivían con lujo, había muchas personas ricas y poderosas pero había muchos más pobres. La gran mayoría vivía en condiciones de extrema pobreza: los campesinos en las aldeas y los trabajadores miserables en las ciudades. Sólo un número reducido podía enviar a sus hijos al colegio. La mayoría de los niños tenían pocas posibilidades de futuro. En esta época surge uno de los “íconos” importantes para los profesores o maestros: San Juan Bautista de La Salle, sacerdote, teólogo y pedagogo francés innovador, que consagró su vida a formar maestros destinados a la educación de hijos de artesanos y de niños pobres de la época. En esos tiempos, las instituciones tenían absolutamente todos los votos de confianza por parte de los padres de familia, aseguraban que la institución educativa se encargaría de formar a sus hijos de la mejor manera.

En la actualidad, la educación ha tenido importantes y grandes cambios, cuando antes la “voz cantante” la llevaba el maestro y no se le cuestionaba. Los estudiantes recibían un escarmiento en casa si el colegio pasaba “un mal reporte” sobre su desempeño y/o conducta. Muchos profesores de algunas instituciones se quejan de que ahora su trabajo es demasiado cuestionado y en ocasiones poco reconocido.

Observando este panorama, muchas personas se podrían preguntar ¿Acaso eran tiempos mejores los anteriores? Algunas darían una respuesta afirmativa.

Pienso que, independientemente de “lo bueno” y “lo malo” de determinadas épocas o momentos, lo prudente sería observar y practicar una visión más integral, ya que las polaridades siempre existirán, sin embargo, a medida en que más nos esforcemos en resistir el cambio y aceptarlo, más complicado nos resultará llegar a la cima, alcanzar nuestros objetivos y hacer un verdadero trabajo en conjunto.

No se deben olvidar las misiones básicas de los colegios, una de ellas entre muchas otras es: lograr que los estudiantes adquieran conocimientos que los potencialicen a ser competentes, educar (desarrollar y perfeccionar las facultades intelectuales y morales de una persona) y una de las misiones básicas de la familia es: otorgar seguridad y educar (integrar a una persona en las normas de cortesía y de comportamiento social). En realidad, tan sólo se han reflejado dos de los objetivos de “educar”, sin embargo, es ahí justo donde familia y colegios comulgan. Ambas están destinadas a potencializar y mejorar a los estudiantes y cada una de estas instituciones puede emplear distintos métodos para quizá llegar a uno de los objetivos “lograr que las personas se desarrollen de la mejor manera”.

Para que se dé lo anterior, a esta comunión entre ambas, se requiere un vínculo positivo, nutritivo y respetuoso, en el que ambos sistemas entrelacen sus esfuerzos en beneficio de niños y jóvenes. Una relación de estas características favorece y asegura un mejor rendimiento académico de los estudiantes, así como un desarrollo integral de su persona, su autoestima y su actitud hacia el aprendizaje.

La escuela necesita de los padres; requiere de su apoyo para el refuerzo de los contenidos trabajados en clases, para el cumplimiento de los aspectos formales que ésta exige y para asegurar que los estudiantes reciban buenos tratos y afecto en sus hogares. Los necesita, pues sin ellos no puede cumplir cabalmente su labor de entregar aprendizajes de calidad a los alumnos, no puede fomentar el compromiso de los estudiantes con sus estudios, complementar las enseñanzas en cuanto a hábitos y disciplina, esto (los hábitos y la disciplina) es parte de la educación que se recibe en casa, que se potencializará en el colegio. Cada alumno tiene “una realidad de vida distinta” con características particulares. Los profesores no sólo se “deben” de comprometer en enseñar lengua, matemáticas, etc. Sino que como humanos que son, brindan ejemplo, calidez y apoyo, y esto no tendría de ser muy distinto de lo que los alumnos viven en casa, para que justo el colegio sea una extensión de casa, de manera congruente.

A la vez, las familias necesitan de los colegios, requieren que en ellos se entregue una educación de calidad. Necesitan tener la confianza de que sus hijos están siendo bien formados y bien tratados, con todo el respeto y la dignidad que merecen. Requieren también sentirse bien acogidos y respetados en sus saberes, en sus experiencias y en su capacidad de ser un verdadero aporte a la educación de sus hijos. Piden a la vez ayuda del colegio para saber cómo apoyar de manera efectiva a sus hijos en los aprendizajes, para manejar de forma correcta los cambios propios del desarrollo de sus hijos, reforzar la disciplina y los hábitos de estudio.

Como vemos, son potentes los puntos en común y de convergencia que tienen las familias y los colegios; ambos comparten la preocupación central de formar y educar a los niños y jóvenes. Con esto claro, el trabajo asociado debería ser una realidad en el diario vivir de cada comunidad educativa. La unión o vínculo positivo sólo se logrará antes que nada, con una construcción y mantenimiento de la comunicación directa, efectiva y oportuna entre padres y profesores, y cuando cada una se coloque en el lugar que le corresponde estar, respetando y valorando a la otra parte para lograr una verdadera colaboración.


Mtra. Vanessa Maillefert Rovira
Psicoterapeuta

Bibliografía consultada:
- Henson. K. Psicología Educativa para la Enseñanza Eficaz. Thomson Editores. México.
- Martiñá R. Escuela y Familia una Alianza Necesaria. Editorial Troquel. 2003 Argentina