Durante el embarazo el cuerpo de la mujer pasa por extraordinarias modificaciones físicas y psicológicas, y el feto se desarrolla dentro de esta grandiosa transformación, impregnándose de experiencias que marcarán parte de su desarrollo en su futuro. Estas experiencias se van dando gracias a la comunicación que, desde momentos muy tempranos establece la madre con su futuro bebé.

Todo esto se logra por una parte, gracias a las hormonas; éstas tienen una función y objetivos muy importantes. Por ejemplo: La hormona que comúnmente se conoce como “la del amor” es la oxitocina, está relacionada con los patrones sexuales, con la conducta maternal; se libera en grandes cantidades tras la distensión del cérvix uterino y la vagina durante el parto y también en respuesta a la estimulación del pezón al succionarlo el bebé.

El cortisol se libera como respuesta al estrés, es necesaria para el embarazo ya que prepara al bebé para el nacimiento. La adrenalina (la reconocemos en nuestro cuerpo fácilmente cuando estamos en la montaña rusa, por ejemplo), es una hormona y un neurotransmisor; incrementa la frecuencia cardiaca, contrae los vasos sanguíneos y participa en la reacción de lucha o huida, entre otros. Se libera cuando sentimos ira o miedo o estamos.

Entonces, si la madre está constantemente sometida a repetidas fuentes de estrés, miedo, enojo, incertidumbre u otra clase de emociones poco placenteras, estás serán transmitidas al feto ya que las diferentes sustancias químicas que liberan las emociones en el torrente sanguíneo, pasan a través de la placenta en cuestión de segundos. 

Algunas consecuencias ante un aumento considerable durante largos periodos de cortisol, pueden acrecentar el riesgo de problemas en el desarrollo intelectual y conductual.

Dr. Thomas Verny, sostiene que el bebé antes de nacer no sólo es capaz de experimentar por medio de sus sentidos y de aprender, es capaz de sentir y percibir emociones, sentimientos y mensajes que la madre le transmite a través del útero.

A partir del cuarto mes de gestación los fetos presentan reacciones emocionales muy similares a las de un recién nacido, en esta etapa son capaces de percibir el afecto y la ternura que les llega “del exterior”. El futuro bebé está unido a su madre y al mundo externo.

Los mensajes que recibe el feto del mundo que le espera fuera del vientre materno, podrán ser placenteros, seguros o todo lo contrario. Lo que necesita la mujer embarazada es entonces vivir este proceso mágico y trascendente con calidad, tranquilidad, arropada, segura y feliz. Necesita que “el mundo exterior” en el que habita le proporcione estos aspectos, ya que, de manera natural el cuerpo de la mujer durante el embarazo se encarga de hacer una “tormenta interna”.

Los neurotransmisores están alterados debido a que no reciben los mismos niveles hormonales de siempre, los niveles de progesterona y estrógenos se duplican y, por este motivo, la parte racional se disminuye, a la vez que se refuerza la parte emocional.

Las futuras madres necesitan y deben estar bien informadas (y las personas cercanas que las rodean) sobre los cambios que experimentarán para logren comprender el impacto y la importancia de vivir en salud su embarazo. Podemos decir entonces que, el estrés laboral, familiar, con la pareja, la economía, la mala alimentación, el poco ejercicio y/o el insomnio constantes y prolongados son factores de riesgo durante el embarazo.

Ahora bien, se acerca el momento de dar a luz. Este es otro de los grandes e importantes temas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha sugerido que las cesáreas en el parto deberían realizarse únicamente cuando sea "médicamente necesario", para no poner en riesgo de desarrollar problemas de salud a corto y largo plazo a la madre y al recién nacido.

La OMS ha informado que la cesárea es una de las cirugías más comunes en el mundo, cuya realización sigue incrementándose especialmente en países desarrollados. "Aunque puede salvar vidas, las cesáreas suelen llevarse a cabo sin necesidad médica, poniendo a la madre y a los hijos en riesgo", reseñó la organización.

Esta cirugía puede ser necesaria cuando el parto vaginal pueda significar un riesgo para la madre o el hijo, como en los casos de un estrés fetal o cuando el bebé se encuentre en una postura complicada. "No obstante, las cesáreas puedan causar complicaciones significativas, discapacidades o muerte, especialmente en circunstancias en las que se carezca de las instalaciones necesarias para llevar a cabo una cirugía segura", advierte el organismo internacional.

En adición a lo anterior, hablaré de Michel Odent, médico, obstetra e investigador científico, es una de las principales autoridades mundiales en la atención al parto natural; presta especial atención a la importancia de las hormonas que se segregan naturalmente en el parto no intervenido para crear vínculo con el recién nacido, y en cómo pueden influir las hormonas sintéticas administradas artificialmente durante el parto, en varios futuros problemas del niño, como el autismo.

Odent sostiene que, un parto será más fácil y rápido cuanto más sola esté la mujer. “Solo necesita una comadrona que tenga experiencia y una actitud maternal y que se mantenga en silencio. Es el mejor entorno para liberar la oxitocina, que es una hormona tímida y no aparece si hay muchos espectadores”.

En su libro “El bebé es un mamífero”, nos deleita al recordarnos que, la madre de manera natural (como todos los mamíferos) se sentirá mejor en un ambiente seguro, tranquilo y acogedor para dar a luz y esto sin lugar a dudas resultará muy benéfico para crear y fortalecer el vínculo entre la madre y su cría.

Es entonces que, desde que la mujer se sabe embarazada (y las personas que la rodean) que debe/deben poner manos a la obra en cuidar su salud en todos los niveles, puesto que el vínculo se irá desarrollando conforme pasen los meses de gestación, para más adelante, estando “fortalecida” poder dotar a su hijo de seguridad, calidad, amor y tranquilidad durante el puerperio y la infancia.

Laura Gutman, en su libro “La maternidad y el encuentro con la propia sombra” explica: se llama puerperio a los primeros cuarenta días después del parto. Supone que deriva de costumbres antiguas en la que la parturienta quedaba en cuarentena, cuidada entre mujeres experimentadas.

Ahora sabemos que la realidad es otra, una vez que la mujer da a luz, se espera que rápidamente se incorpore de nuevo a la rutina “a la vida normal”, al trabajo, al hogar, a la atención de otros hijos, etc. En pocos sitios se explica lo que pasa en ese periodo de tiempo, tanto para la madre como para el bebé.

La madre necesita “reconectar” paulatinamente con el mundo exterior, ya que naturalmente existe un periodo de fusión con el recién nacido que requiere ser respetado. Por ejemplo, cuando el bebé es amamantado es un “tiempo exclusivo” entre madre e hijo, la comunicación que se estableció durante el embarazo se fortalece, madre e hijo se reconocen a través del olor, la mirada, las caricias, la voz, se robustece el vínculo y se desarrolla el apego.

La necesidad del bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado ha sido estudiada científicamente. Fue el psicólogo John Bowlby que en su trabajo en instituciones con niños privados de la figura materna le condujo a formular la Teoría del apego.

El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto. El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido incondicionalmente. Este planteamiento también puede observarse en distintas especies animales y que tiene las mismas consecuencias: la proximidad deseada de la madre como base para la protección y la continuidad de la especie.

La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia del contacto continuo con el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a sus demandas están presentes en todos los modelos de crianzas derivados de los diferentes  medios culturales. Los estilos de apego se desarrollan tempranamente y se mantienen generalmente durante toda la vida, permitiendo la formación de un modelo interno que integra por un lado creencias acerca de sí mismo y de los demás, y por el otro una serie de juicios que influyen en la formación y mantenimiento de las dinámicas relacionales durante toda la vida de individuo. Unos padres sensibles, coherentes en sus respuestas y disponibles emocionalmente garantizan un sano establecimiento de la vinculación emocional.

Finalmente, aquí observamos que la salud emocional comienza en el vientre materno y se extiende hasta los primeros tres años de vida debido a que el periodo puerperal dura entre dos y tres años como mínimo. Durante los dos a los tres años existe una etapa que se define “como la edad del no”, momento en el que el pequeño empieza a sentirse autónomo, le gusta ser independiente. La necesidad de "hacer las cosas solo" es, por tanto, totalmente sana y hay que animarla, en lugar de obstaculizarla.

Antes de este periodo resultará básico invertir en la salud emocional de las futuras madres (y de las personas que les rodean) porque haciéndolo sin duda traerá grandes beneficios a largo plazo para desarrollo humano.

 

Vanessa Maillefert Rovira

Referencias:

Bowlby, J. (1993). El apego. España. Paidós Iberica.
Gutman, L. (2014). La maternidad y el encuentro con la propia sombra. Argentina. Planeta.
Odent, M. (2015). El bebé es un mamífero. España. Ob Stare.
Verny. T. y Kelly, J. (2012). La vida secreta del niño antes de nacer. España. Urano.