“La violencia contra la mujer en las relaciones de pareja es considerada como un problema de salud pública”. (European Union Agency for Fundamental Rights, 2014; Organización Mundial de la Salud, 2013).

Se entiende por violencia a la acción ejercida por una o varias personas en donde se somete de manera intencional al maltrato, presión, sufrimiento, manipulación u otra acción que atente contra la integridad tanto física como psicológica y moral de cualquier persona o grupo de personas.

¿Cómo podríamos “detectar” a una persona potencialmente violenta? ¿Qué características, rasgos y/o conductas pueden estar presentes?


Para adentrarnos en ello, resulta conveniente comenzar por explorar su “historia personal”, esto se refiere a: familia de origen, cultura, educación y ambiente de desarrollo. Aunado a lo anterior, será preciso observar y saber qué patrones ha aprendido y mantenido hasta ahora para hacer frente, resolver problemas y conflictos.

Cuando decidimos compartir nuestra vida con alguien más, es decir, comenzar nuestra vida en pareja, resulta muy común que pasemos por alto algunos hechos que pensamos que “con el tiempo se extinguirán”. La realidad es que existe un sinfín de factores que llevan a las personas a emparejarse.


En algunos casos, la creación de la pareja se desarrolla bajo el encanto del enamoramiento, durante el noviazgo muchos/as “dan su mejor cara” en diversos sentidos; existe armonía, buena convivencia, interés por el otro, respeto, tiempo de ocio y diversión en conjunto, entre otras cosas “mágicas” que, con el tiempo se modifican y cambian. Aquella pareja que logra adaptarse a los cambios (que son necesarios que ocurran), comunicarse de forma directa y efectiva, ser creativa, ser flexible, y generar nuevos acuerdos, por mencionar algunas situaciones básicas durante el desarrollo de la pareja, tendrá un mejor diagnóstico para seguir adelante. Pero, ¿qué ocurre si desde el inicio mi pareja manifiesta conductas que me desagradan o me hacen sentir incómodo/a?

Como por ejemplo, excesos en: el gusto por el juego, consumo de alcohol, “ir de fiesta”, llevar a cabo conductas temerarias, etc. Cualquier “cosa” o “aspecto social” que suponga para mi pareja una verdadera dificultad “dejarlo”, que lo manifieste implícta o explícitamente y que tras “esas prácticas” su conducta cambie de manera visible, estamos frente a una situación que, como pareja será complicado “hacer que lo cambie o lo deje”, sencillamente porque esa NO es nuestra tarea. Este y otro tipo de manifestaciones están presentes en el noviazgo, pero como estamos bajo el encanto, resulta fácil creer que cambiarán mágicamente de un momento a otro o por alguna otra situación (la llegada de los hijos/as, por ejemplo). Posiblemente continuamos ahí por este tipo de creencias, pero más allá, permanecemos porque en nuestra historia existe algo que “aprendimos”, que normalizamos y que aceptamos, nos resulta familiar, por lo tanto conocido y “seguro”.

La violencia no se puede comprender como un hecho aislado y ni de una sola causa, existen efectivamente, aspectos constitutivos, familiares y sociales que se mezclan y que se ponen en juego a lo largo de nuestro desarrollo a través de los vínculos, los aprendizajes y las influencias que recibimos.

La conformación de la pareja, la violencia, la compresión de nuestra propia historia son temas sumamente amplios que no se pueden generalizar. Ya que, cada uno de ellos se ha desarrollado en determinados momentos y bajo circunstancias distintas. Digamos entonces que, para efectos prácticos viene bien hacer un breve alto y comenzar a cuestionarnos sobre elementos básicos que nos ayudarán a iniciar nuestra comprensión y así poder movernos.

Propongo responder y analizar los siguientes puntos:

  • ¿Viste a tus padres en situación de disputa/conflicto?
  • ¿Con qué frecuencia?
  • ¿Lo resolvían, lo manejaban? ¿Cómo?
  • ¿Quién se permitía/podía y quién no estar enojado/a en tu familia?
  • ¿Qué has aprendido sobre el enojo? (Enojo de los/las demás, el tuyo).
  • ¿Has visto que alguna persona ha herido significativamente a otro/a cuando estaba enojado/a?
  • Cuándo tu padre/madre se enojaban contigo ¿Qué hacías? ¿Qué sentías? ¿Qué hacía tu padre/madre?
  • ¿Tienes claro el concepto de violencia?
  • ¿Dónde comienza para ti la violencia?
  • ¿Reconoces o identificas situaciones violentas a las que has estado expuesto/a?
  • ¿Conoces un poco la familia de origen de tu pareja?
  • ¿Qué aspectos conoces de él/ella, de su familia de origen y de su entorno?

Las preguntas anteriores no pretenden ser “una guía exclusiva” que ayude por arte de magia a identificar o frenar la violencia. Existen diversos y estandarizados tests que favorecen el “autodiagnóstico personal y familiar”, sin embargo, desde mi punto de vista profesional, este tipo de herramientas carecen de sentido si no se utilizan dentro del contexto adecuado, como lo es la psicoterapia.

perfil psicologico

Para conocer el “perfil” psicológico del maltratador podemos consultar diversas fuentes bibliográficas confiables y veremos que, efectivamente compartirán rasgos, como por ejemplo: Inseguridad que enmascaran con gritos, amenazas o con una “excesiva” amabilidad, impulsividad, poco tolerantes a los fracasos, la fuerza es valorada, poca gestión de sus emociones, sentimientos contradictorios, dependientes, le temen al abandono, entre otros. Más allá de “ir marcando” si mi pareja tiene o no esas “características”, lo que resulta verdaderamente útil para poder identificar la violencia y comenzar a movernos, es necesario estar conscientes de los puntos anteriores, ser capaces de analizar la propia historia, y la de mi pareja, de recordar cómo nos conformamos tomando en cuenta algunos aspectos: ¿qué edad teníamos?, ¿qué situación había en mi familia de origen?, ¿cuáles expectativas implícitas y explícitas estaban presentes?, ¿se inició nuestra vida “en pareja” por un embarazo? La lista de puntos a considerar es extensa, lo necesaria para “entretenernos” bastante para poner manos a la obra y salir del torbellino de la violencia.

Si te encuentras o sabes de alguien que está en un punto en el que te/se percata/s que tu/su vida “no te/le pertenece” por distintas situaciones, cuidado, debes moverte ya y buscar ayuda profesional.

Vanessa Maillefert Rovira
Psicoterapeuta individual, familiar y de pareja.